por uma lisboa sem desperdício


Una red de personas voluntarias llena los huecos que la administración no quiere atender. Cada día, recorren los restaurantes y supermercados de la ciudad para recoger la comida que éstos tiran y donarlas a los nuevos y viejos pobres de Lisboa.

Texto e fotos: Eva Máñez
En Lisboa este año no hay luces de Navidad, pero en la avenida Conde Valbom, uno de los barrios ‘bien’ de la ciudad, brillan unas lucecitas. Alumbran tímidamente la sede de Refood en un pequeñísimo local. Allí los voluntarios recogen la comida de los restaurantes y cafeterías del barrio de Nuestra Señora de Fátima y la reparten entre familias necesitadas del barrio.

Hunter Halder es el fundador junto a su hijo de esta iniciativa. “El objetivo de Refood”, nos dice, “es que en 2013 Lisboa sea una ciudad sin desperdicio alimentario. La primera ciudad del mundo sin desperdicio alimentario. Nuestra idea es trabajar barrio por barrio, poder cambiar la sociedad en un nivel local y reutilizar”. Empezaron en mayo del pasado año, entonces asistían a siete familias. Ahora ya son 140 voluntarios que asisten a 160 beneficiarios. La mayor parte de los usuarios son de la zona más pobre de Nuestra Señora de Fátima, con sueldos de menos de 300 euros al mes.

Dos equipos tocan a las puertas para ver qué familias precisan de refuerzo alimentario. “Hay mucha hambre escondida”, comenta Hunter, “los pobres de la iglesia o de la parte de arriba del barrio son fáciles de ver, pero cada vez hay más gente que nunca pensó que tuviera que pedir ayuda para comer”. Es el caso de Luciana y Marilei, madre e hija brasileñas. Llevan tres años en Portugal, Luciana trabaja como manicura de 9h a 8h de lunes a sábado y cobra 400 euros con los que mantiene a su madre y a su hijo de 11 años. “Hace tres meses fui a la iglesia a buscar ayuda para comer”, nos dice, “pero los recursos estaban agotados y allí me hablaron de Refood”.

Sobre las 18h llegan los voluntarios, empiezan a recoger en las cafeterías y van formando los paquetes para las familias: carne, pescado, arroz y, en estas fechas, mucho dulce de Navidad. Entre los voluntarios hay señoras cristianas, jóvenes que han conocido Refood a través de la prensa o Facebook, y veteranos como Justino, de 58 años, con años de experiencia en trabajo comunitario.

“Ahora hay más redes de apoyo”, afirma, “pero las administraciones no están trabajando bien. Para mí la sorpresa es que de un año a esta parte hay más gente dispuesta ayudar”. A las 20h, los coches reparten en los puntos de distribución y algunas casas de ancianos que no pueden desplazarse. Como Antonio, que vive con su mujer enferma de Alzheimer. Ambos trabajaron en el servicio doméstico de una familia rica. Ahora entre los dos apenas reciben una pensión de menos de 500 euros. Nos abre la puerta asustado porque ayer asaltaron la casa de arriba.

A las 22h los voluntarios van a buscar sobras a los restaurantes y, en bicicletas, se reparte a los sin techo. Lo que queda se guarda, pues a la mañana siguiente hay gente que va a buscar comida.




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