jorge mario bergoglio, o el cura que daba la comunión a videla

Por Luís Sepúlveda
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Me había prometido que no dedicaría ni un minuto a la elección del nuevo papa. No soy católico, soy orgullosamente ateo, y a lo largo de mi vida he conocido y conozco a algunos curas que muy poco tienen que ver con El Vaticano & Company. Uno de ellos se llamó Gaspar García Laviana, un cura asturiano que tomó las armas en Nicaragua, dio su vida por los pobres y cayo combatiendo, con el grado de Comandante Guerrillero. Gaspar -Comandante Martín en la historia de los oprimidos- fue de los curas consecuentes con el cristianismo, pero con un cristianismo que no está, que nunca ha estado en el Vaticano.

Me había prometido no dedicar ni un minuto al asunto fuamata nera o fumata bianca, el único humo que me gusta e interesa es el de los Cohibas que fumo, pero ante la avalancha de histeria desatada es imposible permanecer indiferente. Para muchos, el sólo hecho de que el nuevo papa sea latinoamericano es ya una garantía del regreso inminente a los evangelios en su expresión más pura. No es así. La historia siniestra de la iglesia católica, sobre todo la reciente, no la limpia una nacionalidad determinada. Y si se trataba de elegir a un latinoamericano, ¿por qué no a Leo Messi, que es lo más cercano a la perfección divina?

Para otros, el hecho de que nuevo papa "Pancho I" sea hispanohablante es casi una señal de que nuestra lengua es la lengua de los ángeles, que basta con que hable español para que el olvidado mensaje justiciero que, teoricamente pronunció El Nazareno, se imponga en todas las bocas de la Tierra. ¡Por favor! ¿Dirían lo mismo si el nuevo papa fuera Rouco Varela o cualquier otro talibán nacional católico y fascista de la conferencia episcopal española?

Y para otros, el hecho de que "Pancho I" sea jesuita es casi un sinónimo del desplazamiento de los legionarios de cristo, del opus dei, de los inquisidores de la escuela de Rantzinger. Al parecer, con "Pancho I" la iglesia recupera la inteligencia y sensibilidad de algunos, no de todos, los jesuitas.

No se debe olvidar que hay jesuitas y jesuitas. Admiro y respeto la memoria de un jesuita como Ignacio Ellacuría, asesinado en El Salvador, un cura que se jugó, que tal como lo hiciera Gaspar García Laviana en Nicaragua, dio su vida por los pobres, por los campesinos, por los indios, por los oprimidos, pero me temo que Jorge Mario Bergoglio -"Pancho I" de ahora en adelante- no está hecho de la misma pasta.

Es público que jamás condenó a los dictadores argentinos, pese a saber que en la Argentina de Videla y sus secuaces se torturaba, asesinaba, hacían desapacer a miles de personas, robaban los recién nacidos de las prisioneras embarazadas, se violaban todos los derechos y todos los mandamientos que, supuestamente, rigen la moral y la conducta de los católicos. Videla era católico y de los fanáticos, igual que Massera y todos los criminales que usurparon el poder en Argentina. Y sabiéndolo, Jorge Mario Bergoglio -"Pancho I" de ahora en adelante-no abrió la boca. No puede alegar que no lo sabía, porque era el confesor y el que daba la comunión a Videla. ¿Qué le confesaba el jefe de los torturadores?

Según un extraordinario reportaje del periodista argentino Horacio Verbitsky, publicado en "Página12" en 1999, el cardenal Jorge Mario Bergoglio -"Pancho i" de ahora en adelante - es culpable, por acción u omisión, de la detención y desaparición de dos curas de su misma orden.

Nunca aclaró estos hechos, pero, curiosamente, cuando el presidente Néstor Kirchner terminó con las odiosas leyes de "obediencia debida", con las amnistías a los criminales y reabrió los juicios contra los peores criminales de la historia argentina, Jorge Mario Bergoglio -"Pancho I" de ahora en adelante- descubrió la pobreza y se convirtió en el paladín del anti kirchnerismo.

En el reportaje publicado por "Página12", Horacio Verbintsky muestra dos documentos: uno, que implica directamente a Jorge Mario Bergoglio -"Pancho I" de ahora en adelante- en la desaparición de esos dos curas, y otro, adulterado, modificado, amañado, tal vez por la mano del espíritu santo.

No hay nada de qué alegrarse. El consejo general de accionistas de El Vaticano & Company ha dejado todo tal como estaba.

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